Ola (Martín Berasategi)
Celebrado una vuelta mas al sol con el mejor compañero de viaje.
Los entrantes.
Flipante la milhoja. Muy rico el crujiente de remolacha. Sorprendente y divertido el golpe de sabor del pepino encurtido en el espumoso de jalapeño y el picante en el carpaccio de gamba roja.
Pero en este restaurante deben ser de la liga anti-sal. Alguno como el huevo la hubieran agradecido.
Principales rape y pichón.
El pichón perfecto de punto y sorprendentemente sabroso. Las zanahorias en pil pil con naranja buenisimas. Y lo mismo las tostas con foie del propio pichón.
Y los dulces: dos postres y los petit fours.
La esponja helada de chocolate de muerte subita de lo buena que estaba. De textura, de sabor, de todo (si es en casa lamo el plato). Me hubiera comido cuatro aunque mi diabetes se hubiera puesto a bailar flamenco.
Y el granizado de champan del segundo postre me ha reconciliado con eso de comerme los cocteles y las bebidas (lo de añadir granizados y gelatinas de gyntonic o vermout a un plato no me suele gustar). Aqui quedaba genial y yo sin ser muy de champan he disfrutado mucho de ello.
Y las pequeñas golosinas de Martin como las llaman estaban increibles. A cada cual mejor. La almendra y frambuesa, y el bombon de vainilla... Alucinantes..
Un final perfecto. Por suerte los postres si estaban presentes cuando repartieron el azucar. Curioso que alguien como yo que no es golosa haya disfrutado tanto de ellos pero es que el chocolate me flipa en todas sus versiones y estaba muy presente.
El personal de sala encantador.
Una buena celebración de cumpleaños.
Pero les recomiendo que hagan un poco de embajadores de la sal de añana (lease la ironía). Y que sigan manteniendo en carta muchos años la esponja de chocolate, y muchos más (que ya lleva los suyos) la milhoja caramelizada de angila ahumada.
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